sábado, 16 de mayo de 2009

22

"Cuanto mayor es el tiempo que hemos dejado atrás, más irresistible es la voz que nos incita al regreso. Esta sentencia parece un lugar común, sin embaro es falsa. El ser humano envejece, el final se acerca, cada instante pasa a ser siempre más apreciado y ya no queda tiempo que perder con recuerdos. Hay que comprender la paradoja matemática de la nostalgia: ésta se manifiesta con más fuerza en la primera juventud, cuando el volumen de la vida pasada es todavia insignificante.
De las brumas del tiempo en que Josef estudiaba bachillerato veo sobresalir una chica; es esbelda, hermosa, virgen y está melancólica porque acaba de separarse de un chico. Se trata de su primera ruptura amorosa, sufre, pero su dolor es menos agudo que su asombro ante el descubrimiento del tiempo; lo ve como jamás lo había visto antes.
Hasta entonces el tiempo se le había revelado como un presente que avanza y se traga el porvenir; lo temía cuando avanzaba veloz (si esperaba algo malo) o lo sublevaba cuando se hacía lento (si esperaba algo bueno). Pero ahora el tiempo se le revela de un modo muy distino; ya no se trata del presente victorioso que se apodera del porvenir; se trata del presente vencido, cuativo, que el pasado se lleva. Ve a un chico que se aleja de su vida y se va, inaccesible ya para siempre. Hipnotizada, sólo puede mirar ese pedazo de vida que se aleja, resignada a mirarlo y sufrir. Experimenta una sensación, del todo nueva, que se llama añoranza.
Esta sensación, este deseo invencible de regresar, le desubre de golpe la existencia del pasado, el poder del pasado, de su pasado; en la casa de su vida han aparecido ventanas, ventanas abiertas hacia atrásm a lo que ha vivico; ya no podrá concebir su existencia sin esas ventanas.
Un buen día su nuevo amor (platónico, por supuesto), se encamina por un sendero del bosque cercano a la ciudad; por ese mismo sendero había paseado unos meses antes con su amor precedente (aquel que, tras la ruptura, habia despertado en ella su primera añoranza) y esa coincidencia la emociona. Deliberadamente, se dirige hacia una pequeña capilla en ruinas en el cruce de dos caminos forestales, porque fue allí donde su primer amor quiso besarla. Una irreprimible tentación la incita a revivir el pasado amor, Desea que las dos historias de amor se crucen, confraternicen, se mezclen, se mimen mutuamente y crezcan, fundidas ya.
Cuando el amor de entonces, en ese lugar, intentó detenrse para abrazarla, ella, feliz y turbada había acelerado el paso y lo había impedido. ¿Qué ocurrirá esta vez? Su actual amor disminuye la marcha, ¡el también se disponea abrazarla! Deslumbrada por la repetición (por la magia de esta repetición), obedece al imperativo de la semejanza y acelera el paso tirándole de la mano.
Desde entonces se deje seducir por este tipo de afinidades, por esos contactos furtivos entre el presente y el pasado, busca esos ecos, esas correspondencias que le permiten sentir la distancia entre lo que fue y lo que es, la dimensión temporal (tan nueva, tan sorprendente) de su vida; tiene la impresion de salir así de la adolescencia, de madurar, de ser adulta, y eso significa para ella convertirse en alguien con conocimiento del tiempo, alguien que ha dejado atrás un fragmento de vida y es capaz de volver la vida para contemplarlo.
Un día ve a su nuevo amor correr hacia ella con una chaqueta azul y recuerda que también le gustaba que su primer amor llevara una chaqueta azul. Otro día, mirándola a los ojos, él le dice, empleando una metáfora muy insólita, que son muy bonitos; ella se queda fascinada porque su primer amor le había dicho sobre sus ojos, palabra por palabra, la misma insólita frase. Tales coincidencias la maravillan. Nunca se siente tan cautivada por la belleza como cuando la añoranza de su pasado amor se confunde con las sorpresas de su nuevo amor. La intrusión del amor de entonces en la historia que está viviendo no representa para ella una secreta infidelidad, sino que acrecienta aun más su afecto por el que camina en aquel momento a su lado.
Ya mayor, verá en esas semejanzas una lamentable uniformidad de individuos (que, para besarla, se detienen todos en los mismos lugares, comparten los mismos gustos en el vestir, piropean a una mujer con la misma metáfora) y una agotadora monotonía de acontecimientos (que no son más que la repetición del mismo); pero, en la adolescencia, acoge estas coincidencias como un milagro y se siente ávida de descifrar sus significados. El hecho de que su amor de hoy se parezca extramente al de entonces lo hace aún más excepcional, más original, y le incita a creer que está misteriosamente predestinada a él."

Milan Kundera - La Ignorancia.

1 comentario:

Nyu+ dijo...

hahah terminaste el video de compu
que copado
yo hixze todas las fotitos ahora que lo hagan ellas xD hahahaha
dios
estoy a mas no poder
muchas cosas que hacer y muy pocas ganas

che


te amo